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LA CAJITA DE SAN ISIDORO.UNA RELIQUIA VIKINGA EN ESPAÑA.

Los historiadores consideran el ataque que tuvo lugar el 8 de Junio del año 793  al monasterio de Lindisfarne en Northumbria  (R.Unido) como el inicio de la “Era Vikinga”, la cual abarca desde finales del siglo VIII hasta el siglo XII. Esta primera incursión les resultó bastante provechosa según cuentan las crónicas (objetos de culto de oro y plata, esclavos, etc.) y seguramente el hecho de la poca resistencia que debieron encontrar ,tratándose de monjes , fue un elemento que alentó este tipo de ataques. Tanto es así, que con el paso del tiempo y debido a los numerosos saqueos de monasterios y villas, en las iglesias se popularizó la plegaria en latín “A furore normannorum libera nos, Domine” que viene a traducirse como “De la furia de los hombres del norte líbranos, Señor”. La Península Ibérica no fue una excepción en lo que se refiere a los saqueos vikingos, sufriendo hasta cuatro oleadas de ataques con diversa duración e intensidad; la primera hacia el 844, la segunda entre el 858 y el 861, una tercera desde el 966 hasta el 971 y la última cuyo comienzo se estima en el 1008. Por otra parte, el final de la “presencia vikinga” en nuestra península se considera (según la mayoría de autores) hacia el 1066, año de la conquista de Inglaterra por el duque de Normandía (descendiente del vikingo danés Rollón, conquistador de Normandía). Teniendo en cuenta que estas gentes del norte habían venido a “llevarse” y no a “traernos” es lógico que los restos de su cultura material conservados en nuestro país sean escasísimos. Una excepción es la pieza que os voy a comentar seguidamente en esta publicación, se trata de la denominada “Cajita de San Isidoro”.

El objeto en cuestión es en sí una pequeña obra de arte, de tan sólo 44 mm de altura y 33 mm de diámetro. Está realizada sobre asta de ciervo y tiene la forma de una cajita cilíndrica con un prominente saliente en uno de sus extremos. Sus paredes están caladas y sus extremos se encuentran cerrados con tapas metálicas. La de menor tamaño es circular y se encuentra fijada con remaches, mientras que la mayor  posee forma ovalada y aunque actualmente presente una bisagra, en su origen debió ser también una tapa fija según se deduce de la existencia de perforaciones donde se habrían alojado los antiguos remaches. De todo esto  se deduce que se trataba de una cajita cerrada de manera hermética. Es de destacar, por otra parte, que ambas tapas también se encuentran caladas, formando una decoración similar a la del cuerpo de la caja pero con una factura más sencilla.

Sin duda alguna la decoración de esta pieza es lo más espectacular que observamos. Se trata de un motivo animalístico en el que se entrelazan de manera compleja las figuras de hasta ocho animales diferentes. El animal principal de la composición es un ave de presa cuya cabeza aparece como un prominente reborde de la parte inferior de la cajita. Por sí misma esta obra es un resumen de los tres estilos artísticos que dominaban el arte escandinavo por aquella época. Por un lado el denominado “Estilo Borre”, el cual se ve reflejado en la cabeza y las alas del animal central de la composición: la cabeza vuelta hacia atrás 180 grados y las alas y patas definidas mediante espirales. El “Estilo Jelling” aparece en la tendencia a la simetría y la complicada trama de entrelazamientos de las distintas figuras. Por último, el denominado “Estilo Mammen” se ve reconocido en algunas zonas del cuerpo acabadas a base de puntos y en los extremos de patas o colas rematados con diseños vegetales.

 

La  “Cajita de San Isidoro” se encuentra, ironías del destino, en el museo de la Colegiata de San Isidoro de León, actualmente denominado “Museo panteón de San Isidoro de León” y lo digo porque ya resulta extraño que un objeto vikingo haya acabado en un templo cristiano, de los que habitualmente eran profanados por los vikingos.

 

La siguiente cuestión que se nos plantea es precisamente cómo acabó semejante pieza en un templo cristiano del románico tan alejado de la costa. Responder a esta pregunta no es fácil y aquellos que han estudiado este objeto proponen varias alternativas. Una de ellas sugiere que pudo ser arrebatada a algún componente de las incursiones vikingas que atacaron el noroeste peninsular durante las oleadas anteriormente comentadas y llevada hasta la corte leonesa. Menos probable, en mi opinión, aunque no descartable, es que fuese la obra de algún vikingo hecho prisionero durante estas incursiones, quizás algún danés. Otra teoría, en relación con el punto estratégico que representa León dentro del “Camino de Santiago”, propone que algún peregrino camino de Santiago la donase a la Colegiata como acto de devoción. Una última teoría defiende la posibilidad, dada la “afición” que existía durante la Edad Media de coleccionar reliquias y restos de santos, que dicha cajita fuese llevada hasta León como portadora, precisamente, de una importante reliquia, quizás procedente de Irlanda o Inglaterra, donde los asentamientos vikingos fueron numerosos y entre los que destacaron Dublín y Yorkvik o quizás más correctamente Jorvik.

 

La ausencia de piezas similares a la “Cajita de San Isidoro” hace muy difícil determinar con qué propósito fue creada. Evidentemente su utilidad primitiva no debió ser la de conservar reliquias cristianas pues en su factura no existe ningún elemento que corresponda a una simbología cristiana. Así pues, es mucho más probable un uso pagano, quizás como contenedor de un amuleto o bien como recipiente de alguna sustancia sólida que desprendiese olor (al estar calado permitía la circulación del aire en su interior), en ambos casos y debido a su tamaño se habría podido portar como un colgante. En definitiva, todo son hipótesis y pocas certezas.

La “Cajita de San Isidoro” es importante por muchas razones. La principal es que se trata de una de las poquísimas piezas del Período Vikingo que existen en la Península Ibérica. Igualmente remarcable es su calidad técnica y artística, sin obras semejantes conocidas,  ya que es la única pieza en marfil, hueso o asta con un diseño en “calado” que se conoce. Por último destacar su excelente estado de conservación. Espero que os haya gustado.

#Arqueosaludos.