No muy lejos de la frontera con Portugal existe un lugar donde el hombre del Paleolítico Superior dejó una huella indeleble sobre la piedra. Ese lugar es “Siega Verde”. Este verano, como me encontraba visitando a unos amigos en la provincia de Salamanca, he aprovechado para acercarme y conocer tan singular sitio.
Localización.
El yacimiento se ubica en los términos municipales de los pueblos de Villar de la Yegua, Villar de Argañán y Castillejo de Martín Viejo, ocupando unos 3 Km. del cauce del río Águeda, a tan solo 15 Km. de Ciudad Rodrigo, donde grabados sobre la piedra se han localizado un total de 94 paneles con más de 500 representaciones, mayoritariamente de zoomorfos (caballos, bóvidos y cérvidos principalmente), además de figuras antropomorfas y diversos símbolos abstractos, todos ellos al aire libre.
Importancia del yacimiento.
Siega Verde es junto al cercano yacimiento portugués de Foz Côa uno de los conjuntos de arte rupestre paleolítico más importantes de toda Europa. El valle del Côa fue declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO en 1998, haciendo extensiva esta declaración a la estación de Siega Verde en el año 2010. Además, se da la particularidad de que ésta ha sido la primera vez en que la UNESCO reconoce bajo una misma declaración a dos lugares pertenecientes a países distintos. Los otros dos enclaves de arte rupestre paleolítico europeo que la UNESCO ha reconocido hasta la fecha son, por una parte, las “Cuevas pintadas del Valle del río Vézère” (Francia, 1979) y, por otra parte, la “Cueva de Altamira” (1985) y las “Cuevas con arte rupestre de la Cornisa Cantábrica” (2008). Todo esto nos da una idea de la importancia de este sitio arqueológico.
¿Qué podemos ver?
Calco de uno de los paneles más interesantes. (Modificado de ADECOCIR).
Como ya hemos adelantado en los numerosos paneles catalogados podemos encontrar representados muchos animales, la mayoría herbívoros que eran cazados por nuestros ancestros, como los “uros” (bóvidos salvajes cuyo tamaño era el doble de un toro actual), ciervos (un caso especial son los “megaceros”, ciervos de gran alzada con una espectacular cornamenta), caballos (con un aspecto muy parecido a la única subespecie salvaje de caballo que sobrevive en la actualidad, el “caballo de Przewalskii”), cabras, etc. Sin embargo, existe una representación destacable por su rareza, ya que normalmente se representan, solos o en conjunto, aquellos animales que eran objeto de caza, pero no depredadores. Se trata de la figura de un cánido (lobo) el cual aparece en un panel junto a un gran uro, varios caballos, la cornamenta de una cabra en vista frontal y un símbolo abstracto en forma de “U”.
Cabe reseñar la coexistencia en el yacimiento de representaciones de animales pertenecientes a la fauna eurosiberiana (característicos de clima frío) como son los renos, bisontes y rinocerontes lanudos junto a otros elementos mediterráneos, como es el caso de los ciervos. Esto nos habla de la alternancia del clima frío con otros períodos más cálidos, coincidiendo con las últimas fases de la última glaciación (Würmiense), la cual tuvo su apogeo hace 20.000 años a.C. El cambio climático que tuvo lugar posteriormente supuso la retirada progresiva de los glaciares y el aumento de las temperaturas y la humedad a nivel global, favoreciendo la sustitución de un tipo de animales por otros mejor adaptados. Dichos animales normalmente aparecen representados en conjuntos de 2 a 6 figuras, aunque no son raros los grabados con un único elemento en paneles de rocas aisladas. Lo más común es que estas figuras adopten una posición estática de perfil absoluto, ya que las técnicas empleadas, a diferencia de la pintura, no permiten conseguir una sensación de profundidad.
Las partes más representadas son los “prótomos” (parte del cuerpo que incluye la cabeza y la totalidad o parte del cuello del animal), en otras ocasiones se representa únicamente la cabeza y la línea superior del lomo (conocida como “línea cérvico-dorsal”). Son numerosos los detalles como las orejas, las crines enhiestas o “crineras” en los caballos (típicas de los caballos de Przewalskiii y de las cebras), los cuernos, la indicación del sexo, así como el denominado “despiece ventral”. Este último consiste en tres líneas curvas que dibujan una “M” muy abierta y que se usan para delimitar el lomo del vientre del animal, quizás indicando de manera gráfica un cambio en la coloración del pelaje. Por otra parte, las partes distales de las extremidades (pezuñas) no suelen aparecer en los grabados.
Otro tipo de representaciones se corresponden con vulvas (interpretados como símbolos asociados a la fertilidad) o signos de diversos tipos como “claviformes” o “tectiformes”, algunos de estos últimos con forma de retícula, todos de difícil interpretación, quizás redes o trampas para cazar a los animales representados.
La técnica.
Para representar tanto las figuras zoomorfas como los símbolos abstractos se usaron tres técnicas:
- Piqueteado. Consistente en percutir con una piedra dura (principalmente de cuarzo o cuarcita), previamente afilada en uno de sus extremos, sobre la roca (percusión directa) aunque también se puede usar otra piedra a modo de martillo (percusión indirecta). En ambos casos se actúa sobre aquellas zonas en las que el esquisto presenta una superficie más o menos lisa. Estas superficies lisas se producen como consecuencia de la propia naturaleza de la roca (tanto la pizarra como el esquisto se deshacen en lajas o planchas de roca a favor de planos paralelos entre sí, esta propiedad se conoce en geología como “esquistosidad”) o bien aprovechando las paredes lisas aunque ligeramente curvadas que presentan las “marmitas de gigante” (grandes oquedades sobre el lecho rocoso del río producidas por la erosión continua de las piedras del fondo al formarse un remolino de gran energía).
- Incisión. Consiste en presionar y arrastrar de manera continua sobre la superficie rocosa, usando esta vez un material puntiagudo, una hoja o lámina de sílex. Apareciendo finas líneas que sirven tanto para esbozar la figura, perfilar los piqueteados o añadir detalles.
3. Abrasión. Consiste en retocar una línea de manera sucesiva formando un surco más profundo.
Todas estas técnicas se usan individualmente o bien de forma combinada en una misma figura. Originalmente aparecen trazos (incisión y abrasión) o pequeños hoyitos (piqueteado) de color blanco que provocan un gran efecto de contraste sobre el fondo gris oscuro de los paneles, no obstante con el paso del tiempo y debido a la composición mineral de la roca (con gran cantidad de minerales ferrosos) el color se vuelve rojizo debido a la oxidación de dichos minerales, consiguiendo el aspecto de una falsa pintura.
La datación.
No es fácil datar una estación al aire libre ya que no se pueden establecer relaciones con otros elementos del contexto arqueológico (no hay restos de hogueras susceptibles de ser utilizados para la prueba del C14, no hay industria lítica que se pueda comparar con otra conocida y bien datada, etc). Sin embargo si podemos establecer relaciones con las pinturas realizadas en el interior de las cuevas. Dichas pinturas utilizan técnicas de representación y convencionalismos comunes a los grabados como son las “líneas cérvico-dorsales”, los “despieces ventrales en M”, etc. Como consecuencia de este análisis comparativo se ha concluido que los grabados se produjeron entre 20.000-11.000 años a.C, correspondiendo a los períodos Solutrense y Magdaleniense.
¿Qué tiene de especial Siega Verde?
Esta acumulación de figuras en un lugar tan delimitado no es casual, Siega Verde es un importante lugar de paso tanto de hombres como de animales ya que el río Águeda en este punto permite ser vadeado antes de encajarse en los Arribes del Duero.
Por otra parte es importante señalar la gran fluctuación del caudal que presenta este río, alternando grandes avenidas con prolongadas sequías. Sin embargo, en cualquier época se podría encontrar pozas con agua, haciendo de este sitio un lugar muy atractivo para las sedientas manadas que acudirían a saciar su sed en el fondo del valle.
Así mismo provocar la entrada de estos animales en el agua sería una ventajosa forma de darles caza, al limitar su capacidad de movimiento y por lo tanto de huida, se aumentaba la probabilidad de conseguir una buena pieza y todo ello con un menor esfuerzo.
Se cree que los grupos de cazadores-recolectores del Paleolítico Superior establecerían sus campamentos en las terrazas del río (apartados del cauce para evitar a los depredadores que también bajarían a beber) en largas temporadas que abarcarían desde el comienzo de la primavera hasta bien entrado el otoño, teniendo que abandonar el lugar en el invierno debido al rigor del clima. Precisamente el clima debió ser un factor decisivo en el abandono del lugar tras acabar el Paleolítico ya que no existen grabados posteriores pertenecientes ni al Neolítico ni a la Edad de los Metales, al contrario que en otros valles con grabados, como es el caso de la estación de “Domingo García” en Segovia.
Significado de los grabados.
Son muchas las interpretaciones que se le han atribuido al arte paleolítico, algunas relacionadas con la “religión”, el “chamanismo”, los “tótemes”, el “arte por el arte” etc. A mi personalmente me convencen dos posturas; la primera es la que aboga por explicar estas manifestaciones como magia propiciatoria para la caza, tesis avalada por la abrumadora presencia de animales que son en definitiva piezas de caza. La otra propone que los paneles serían elementos de señalización de territorios de caza para las tribus de cazadores-recolectores, legitimando cierta “propiedad” o “exclusividad” de determinadas zonas. Sea como fuere la verdad es que el realismo, el naturalismo y la fuerza expresiva de las figuras es capaz de trasladarnos a otra época, hace miles de años, cuando la humanidad todavía no tenía fronteras y la naturaleza era la patria común de todos los hombres.
Espero que os haya gustado y si tenéis oportunidad no dejéis pasar la ocasión y acercaros, merece la pena. #Arqueosaludos.