Tarraco se convirtió en una floreciente urbe romana bajo el dominio de Augusto, allá por el siglo I, de hecho el escritor Pomponio Mela dijo de ella que era “el puerto más rico en esta costa” (Tarraco urbs est en his oris maritimarum opulentissima). Así pues una de las necesidades básicas que tenía esta ciudad en pleno desarrollo era la de procurarse un aporte regular y en cantidad suficiente de agua. La solución vino del rio Francolí (“Tulcis” para los romanos). A pesar de que dicho río desemboca en el mismo puerto de Tarragona, sus gobernantes decidieron traer el agua desde más lejos (25 Km nada menos), seguramente con la intención de conseguir mayor pureza y aprovechar el desnivel topográfico para poder distribuirla por todas las fuentes de la ciudad, de este modo no quedó más remedio que construir un acueducto.
De aquel acueducto nos ha llegado hasta nuestros días el conocido como “Puente del Diablo” o “Acueducto de les Ferreres”. Se trata de una arquería romana diseñada para salvar el obstáculo que representa el denominado barranco de los arcos. Dicha depresión topográfica se encuentra a tan solo 4 Km de la actual Tarragona.
Una buena forma de hacernos una idea del discurrir de este acueducto hacia la ciudad de Tarraco es visitar la magnífica maqueta que podéis encontrar en la plaza del Pallol, 3 (antigua Audiencia de Tarragona) y que representa la Tarraco romana y sus alrededores en su época de máximo esplendor (s. II d.C.) a escala 1:500.
El monumento real se encuentra en un magnífico bosque de pinos y palmitos, muy cerca de un área recreativa donde pasar un buen día en plena naturaleza. El acceso es sencillo y hay un aparcamiento nada más dejar la N-240.
Esta construcción se compone de dos niveles de arcos, el superior comprende 25 de estos mientras que el inferior tan solo posee 11. La arquería en su totalidad mide 217 mts de largo y llega a alcanzar una altura máxima de 27 mts . El desnivel entre los dos extremos es de tan sólo 40 ctms.
Dentro de los diversos tipos de arquerías romana podemos decir que el Puente del Diablo es una construcción relativamente sencilla ya que los pilares de ambos niveles son “coaxiales”, esto quiere decir que se superponen uno directamente encima del otro, resultando una estructura relativamente débil ya que el fallo de cualquier soporte inferior provocaría el colapso de la construcción. Sin embargo esto no ha ocurrido, a pesar de los siglos pasados y de las fuertes tormentas que sin duda debió soportar, habiendo sido utilizado hasta el siglo XVIII. Una vez más los romanos nos siguen dando lecciones de ingeniería a través del tiempo.
Esta construcción encierra en sí varios secretos que quizás sean la clave de su longeva resistencia, uno de ellos es el tipo de construcción. Se compone de una serie de piezas talladas de forma regular en piedra o “sillares”, los cuales están dispuestos en lo que se conoce como “aparejo en seco”, que es la fábrica de piedra más antigua conocida y que no usa mortero para unir las diferentes piezas. La propia fricción entre los sillares es lo que permite mantenerlos unidos y dar cohesión a toda la estructura.
Otro secreto, aunque este es más evidente, es la forma de los pilares inferiores, estos se disponen con una base mucho más amplia sobre el suelo, de esta forma las cargas compresivas se distribuyen mejor, de ahí su aspecto troncopiramidal alargado
Tan importante como la estructura es la cimentación. Siempre que les era posible los romanos construían los pilares de sus puentes y arquerías sobre roca firme y esta no es una excepción, en algunos puntos del barranco afloran las rocas calizas y justo encima de estas tenemos los pilares. Como podéis apreciar en la foto inferior, parte de esa roca caliza se ha disuelto parcialmente dejando una especie de crestas, consecuencia del discurrir del agua durante siglos.
La parte superior de la arquería es transitable, de hecho yo mismo crucé con mi familia de un extremo a otro sin problema.
Como curiosidad os muestro una forma de unir también los sillares superiores conocidas como “grapas”, aquí con la variante denominada “colas de milano” . Estas “grapas” hechas de hierro ya eran usadas por los romanos, nueva lección de ingenio, y en la actualidad tan sólo las hemos mejorado usando acero y tornillos como podéis ver
Para los amantes del cine, y a modo de curiosidad, deciros que esta arquería aparece en la película de Bigas Luna “La teta y la Luna”, rodada en 1994, en una escena con un grupo de legionarios romanos desfilando por la parte superior del mismo, aunque la película no va de “romanos”.
Espero que os haya gustado.#Arqueosaludos.